Cayó la ficha

 

“Fer, llegó una cinta de Brasil”

“Opa tía!!! Déjame oírla, estoy saliendo ahora y puedo oírla en el carro, la devuelvo apenas termine!! Lo prometo!!

OK, no piensen que es raro, pero hasta hoy llamo a mis suegros de tía y tío... No sé por qué, me acostumbré y me gusta.

Vivíamos en Estados Unidos, y de vez en cuando, alguien, muy generosamente, nos enviaba cintas con mensajes del programa de radio del Obispo Macedo. ¡Era una fiesta! La oíamos con una avidez increíble, pero esa cinta contenía un mensaje que cambiaría mi vida completamente...

“Si está escuchándome ahora y está en esta situación, mi amiga, no se engañe. ¡La luz no combina con las tinieblas! Si se está diciendo a sí misma que después de casada lo traerá a la iglesia, yo tengo algo que decirle... La iglesia está llena de mujeres sufriendo en el matrimonio debido a ese pensamiento. Muchas llegan a abandonar la fe. Después no culpe a Dios, la elección es suya, ¡no se engañe!

Me acuerdo de ese momento y de esas palabras como si fuese hoy. Estaba manejando y las lágrimas corrían libremente. Yo estaba de novia hacía unos dos años cuando me convertí, a partir de entonces, la naturaleza de nuestra relación cambió completamente, pero continuábamos juntos.

Mientras yo iba a la iglesia, él salía con los amigos al fútbol o cualquier otro evento, eso me enojaba, pero hasta que oí esa palabra, parecía que la ficha no había caído...

Gente, me derrumbó, sabía que necesitaba tomar una decisión.

Tenía dos opciones... El camino fácil o el doloroso.

Me acuerdo de la oración que hice a Dios hasta hoy, fue con muchas lágrimas que tomé la decisión...

El Obispo Macedo una vez predicó que en un momento de indignación, él levantó su Biblia abierta en una promesa de Dios y dijo “Aquí mi Dios, está escrito...”

Me acordé de eso e hice lo mismo, abrí mi Biblia en Juan 14:14 y dije para Dios...

“Si pidieres alguna cosa en mi nombre, Yo lo haré”.

Yo pedí... pedí un hombre de Dios, pedí un matrimonio bendecido y feliz, pedí que ese hombre fuese Junior... Pero también le dije a Dios que estaba lista para hacer la voluntad de Él y no la mía...

Tuve que actuar, pues las cosas no podían continuar como estaban.

Llamé a Junior para conversar y le di mi ultimátum, ¡no saben qué dolor! ¡No fue fácil!

Poco tiempo después, él comenzó a ir a la iglesia los domingos... y después, los domingos, miércoles y viernes... ¡Llegó al punto de que él iba más que yo!

Él cambió, se bautizó, nació de Dios, fue levantado obrero, fuimos obreros juntos ¡y nos casamos!

Un año después fuimos llamados para servir en el altar y hoy, 11 años después, aquí estamos. Nuestro matrimonio es la mayor bendición que Dios me dio y lo más precioso que tengo después de mi salvación.

Dios me dio todo aquello que pedí, pero no me gusta pensar lo que habría sucedido si no me hubiese caído la ficha después de oír aquel mensaje...

¿Y a ti? ¿Ya te cayó la ficha?