miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ve a bañarte!



Un hombre que vivía en la calle, muy sucio y maloliente, llegó a otro que vivía en la misma situación y le dijo:

¡Hombre, qué mal hueles! ¡Ve a bañarte!

Da ganas de reír, ¿no es cierto? Y pensamos… ¡¿Cómo es posible?!

Pero es posible, ¿sabes por qué?

Es muy fácil ver los problemas, defectos y mal olor de los otros, pero con los nuestros, ya son otros quinientos…

El otro día una persona muy querida me escribió pidiendo que fuese sincera y le escribiese sobre las coas que veo en ella que podría cambiar para mejor.

Les voy a decir, es necesario tener coraje para hacer esto, pues si la persona es amiga y quiere nuestro bien, ella va a decir la verdad, y ya saben…

… la verdad duele, pero si se aprovecha bien, este dolor nos traerá grandes alegrías, pues generará el cambio.

Me quedé pensando en ella, y comencé mi mensaje con mucho cariño en el intento de ayudarla, ¿y saben qué?

Al terminar, cuando estaba releyendo lo que escribí, vino el shock y el golpe de lleno en la cara…

Todo lo que escribí era para mí misma, ¿y saben lo peor?

¡Parecía que no quería creerlo!

Inmediatamente le escribí a una amiga lo mismo, pero preguntando acerca de mí.

Ella respondió de inmediato ¿y saben lo que me dijo?

Está en tu cara y ya sabes, no? Ella dijo lo mismo.

Ahora, la pregunta que hago es: ¿Cuántas de ustedes ya mandaron a alguien a “bañarse” cuando en realidad también tú necesitabas un baño?

El asunto es que muchas veces nos acostumbramos con el mal olor.

Por ejemplo, el Paulista que vive cerca del río Tietê  ¿siente el mal olor? Para nada! 

Probablemente ya se acostumbró y ni lo siente-

Así somos nosotros también, muchas veces, no sentimos nuestro propio mal olor, no vemos lo que no queremos ver, nuestras propias debilidades y consecuentemente, no nos esforzamos, lo que es un gran desperdicio.

Amiga, ¿quieres evolucionar? Entonces practica esto también.  Vamos a encontrar las raíces que deben ser cortadas en nosotras mismas.

1 comentario:

  1. Es muy cierto, aunque no lo hagamos con malas intenciones y de alguna manera queramos ayudar, normalmente logramos ver las fallas en los demás, pero no en nosotros mismos. Duele darse cuenta de nuestros errores,pero lo importante es ser humilde para reconocerlos y luchar por cambiar.

    Dios la bendiga!
    Saludos!

    Yazmín Medrano

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